Hiquito me dice
que mire. A mí mucho no me convence porque me ponen nervioso los prolegómenos
de los partidos. Pero ahora, por el tablero del estadio, esta hablando Clinton.
Lleva puesta la camiseta del equipo norteamericano y un gorro en la cabeza con
las orejas de Mickey. Desea buena suerte a los finalistas y asegura que, para
el próximo Mundial, los homosexuales serán admitidos en el team nacional con la
condición de que no frecuenten los vestuarios. El público delira. Apenas
desaparece Clinton de la pantalla irrumpen las porristas en la cancha. Algunas
están muy buenas y saltan y bailan como locas. Ya no se pondrán detrás de los
arcos, seguramente, después de que, en el partido contra Italia, Batistuta casi
le arranca la cabeza a una de ellas. Estaba sacudiendo uno de esos cosos
peludos que agitan y cayó como fulminada por el pelotazo. La sacaron entre
cuatro. Un vocero de prensa de la Casa Blanca dijo que estaba fuera de peligro,
pero ayer Havelange prometió que una tribuna del nuevo estadio japonés, Hokusai
Kimoto, llevara su nombre: Susan McDaniel.
Ahora hay una sensacional toma del estadio
enfocado desde un satélite artificial. No se ve mucho por la nubosidad del
hemisferio norte, pero Nenín comenta que nunca ha visto algo así, salvo en los
noticieros del mediodía. Sin embargo, hasta ahora, nada como la cámara metida
dentro de la pelota. Ya nos habían sorprendido con los enfoques desde cámaras
embutidas en los postes y el travesaño, con las cámaras adosadas a los
banderines del corner y con las cámaras disimuladas dentro de las bocas de
riego, pero lo del partido Alemania-Grecia, con la cámara metida dentro de la
pelota Adidas Sitting Bull, superó todo lo imaginable. Es cierto que el Alex,
promediando el primer tiempo de ese alocado ir y venir de la visión por todo el
campo, comenzó a descomponerse y tuvo que ir al baño a vomitar, pero, sin duda,
tardaremos un tiempo en habituar nuestros sentidos a las nuevas posibilidades
de la tecnología.
Ahora el público hace la ola. Los
norteamericanos, en su mayoría, lucen sombreros que simulan delfines. Otros,
cachalotes. Algún pingüino. Es los que más los ha divertido del Mundial y ya se
organizan, en ciudades como Detroit y Maine, concursos para ver que parcialidad
hace la ola más alta o más veloz. Se habla de organizar un Torneo de Ola que
unifique a todo EEUU. Un joven de Michigan, incluso, intentó hacer surf sobre
una de las olas y se estrelló contra una de las torres de iluminación. Fernando
no puede con sus nervios, ha tomado una barbaridad de café y se fumó dos
etiquetas de cigarrillos. Apuesta a como saldrá Basile. El Colorado asegura que
saldrá normal, simplemente. Yo no diría lo mismo. Las presiones de la industria
son muy grandes. En el arranque contra España, a los técnicos no se les
permitía, todavía, salir del banco de suplentes. Luego alguien se dio cuenta de
que, al público norteamericano, le enfervorizaba ver a los técnicos abalanzarse
sobre la línea de toque y gritarles a sus dirigidos. Ya para la segunda ronda a
los técnicos se les exigía abandonar sus asientos. Y en el partido contra
México Basile salió vestido de gaucho. El público enloqueció de verdad. Alfio
debía simular enojarse cuando los rivales atacaban y revolear frenéticamente su
facón cuando nosotros replicábamos. Pero la gente estalló en serio cuando se
trabó en lucha contra el técnico azteca vestido de mariachi. Eso estuvo lindo.
Alex sostiene que es todo una payasada.
Pero, en
definitiva, peor le fue a Parreira, el brasileño. Le llegó un fax presionándolo
para que saliera vestido de rumbera, tipo Carmen Miranda. Dicen que la
eliminación de Brasil le costó a Parreira que no lo contratara el Manchester
United. Pero se ganó, en cambio, un suculento contrato para bailar en el
Caesar's Palace de Las Vegas.
Sale Argentina a la cancha. Siento un nudo
en el estómago. Y hay otro detalle técnico que nos da vuelta. Ahora es una
cámara oculta en la lengüeta del botín zurdo de Caniggia. Parece que entráramos
todos a la cancha y que fuéramos muy bajitos. Vemos llegar la pelota e irse
como un balazo en una visión de vértigo. La barra brava argentina, que ha
llegado en el avión presidencial a ver la final, se hace oír en una de las
cabeceras del estadio, la más alta, a la que apuntan siempre los bateadores.
Justamente, Macaya Márquez hace un sobrevuelo melancólico sobre las estrellas
del ayer, José Manuel Moreno, Pedernera, Alfredo Distéfano, Baby Ruth, Joe Di
Maggio. La banda de música de las porristas ataca ahora con "El escondite
de Hernando" en homenaje a nuestra música. Ya lo hizo con el tango
"Celos" de Gades, cantado por Arnaldo André (que vive en Miami)
trabajosamente, con una rosa encarnada entre los dientes. Sabemos que Valeria
Lynch hará la versión de nuestro himno.
"Es notable --dice Chiquito-- cómo
esta gente puede programar absolutamente todo, prever hasta el último detalle,
pero no puede evitar que haya cosas que siempre se le escapan. Cosas que no
pueden controlar".
Asentimos. Es muy cierto. Sale Irak a la
cancha.
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