Leigh
Brackett - La épica en la ciencia ficción
Carlos
Sáiz Cidoncha
Edición original en Fan de Fantasía 2, 1980. Extraído de Ad Astra 10, Otoño de 1997.
Nació
Leigh Douglas Brackett en diciembre de 1915 en California, dentro de unos
Estados Unidos entonces prósperos y despreocupados, frente a una Europa
devastada por la guerra. De sus primeros años nos habla ella misma en estos
términos:
Tuve la suerte de crecer en una playa
desierta de California del Sur (ensayad a encontrar una en la actualidad), con
el Sol, el viento y el mar. Tenía, sin embargo, compañeros de juego, con los
que corría, nadaba y pescaba. Pero cuando quería estar sola, iba hasta el final
de una escollera y estaba allí, con los pies hundidos en el Océano Pacífico.
Podía permanecer allí horas enteras, contemplando el horizonte y soñando. Creo
que estos momentos fueron los más importantes de mi infancia.
Esta
afortunada chiquilla entró, y muy tempranamente, en el campo de la ciencia
ficción de la mano de Edgar Rice Burroughs. A los ocho años le fueron ofrecidas
las páginas de The gods of Mars (Los dioses de Marte),
pertenecientes al ciclo de John Carter en el planeta rojo. Desde entonces, el
camino de Leigh Brackett hacia la ciencia ficción quedó trazado. La sangre
escocesa que corría por sus venas la llevó a preferir la entonces no muy en
boga tendencia de la space-opera heroica, próxima a los ciclos míticos celtas
de Ulster y Mabinogion, tal como ella misma explica.
Infatigable
lectora del género, era inevitable que más tarde o más temprano comenzara a
escribir ella misma, primeramente en trozos de papel desechado, y luego más
ambiciosamente, ya con vista a procurar la edición de sus obras.
Debutó
en el género Leigh Brackett con el relato corto Martian quest, referido
al mismo planeta que había despertado primeramente su fantasía, y publicado en
"Astounding" en 1940. No se durmió la autora sobre aquellos
primeros laureles, y en el invierno de aquel mismo año publicó igualmente otro
relato titulado The stellar legion, escenificado ahora en Venus, y
visiblemente influenciado por la obra de Jack Williamson The legion of space,
que había aparecido en "Astounding" unos años antes. El relato
legionario de Brackett fue publicado en "Planet Stories",
magazine caracterizado, según Sadouil, por el entonces fuerte (y hoy sin duda
ingenuo) erotismo de las figuras femeninas en sus portadas e ilustraciones. No
tardaría la firma de Leigh Brackett en hacerse habitual en las páginas de este
magazine.
Formaba
entonces la autora parte de aquel primitivo y alegre fandom de los Estados
Unidos, lectores y autores primerizos con ilusiones de comerse el mundo. En
1946 Leigh Brackett aceptó la colaboración del joven Ray Bradbury, también
asiduo en las páginas de "Planet Stories", para escribir el
relato Lorelei of the red mist (Tres por Infinito, Vértice, Galaxia
9) publicado en el referido magazine, y en el que la huella del autor de Crónicas
marcianas queda casi imperceptible dentro del familiar estilo de su
compañera literaria.
En
diciembre de aquel mismo año, 1946, Leigh Brackett estableció colaboración con
otro escritor de ciencia ficción, Edmond Hamilton, pero de forma más íntima,
casándose con él. Junto con el de Catherine L. Moore y Henry Kuttner fue el
suyo uno de los más famosos matrimonios de autores de ciencia ficción de la
época.
La
feliz pareja fijó su residencia en Kinsman, Ohio, en una granja de ciento
cincuenta años de antigüedad. Pasaron allí días y años dichosos cultivando
legumbres y frutas, paseando, tirando al blanco (no les gustaba la caza),
cuidando del jardín, escuchando música, leyendo... y desde luego escribiendo,
principalmente ciencia ficción.
Hamilton escribió en 1947 sus famosas The star of
life y The star kings (Los reyes de las estrellas, Nebulae
14); en 1948 The valley of creation; en 1950 The city of world end,
etc. Por su
parte Leigh Bracket desarrolló su gran saga sobre el Sistema Solar, hasta
entonces sólo esbozada, y de la que a continuación hablaremos.
El
principal escenario de Brackett seguía siendo el planeta Marte, un Marte bello,
cruel y heroico, muy diferente del anodino que nos han mostrado las prosaicas
sondas espaciales soviéticas y norteamericanas (oh, ¿por qué el Creador de los
Mundos, entre todas las posibilidades que tenía para el Planeta Rojo, escogió
justamente la más aburrida?)
El
Marte de Leigh Brackett, inspirado por, aunque muy distinto de, el de Edgar
Rice Burroughs, recuerda algo a las míticas tierras del Asia Central medieval:
inmensas extensiones pobladas por tribus nómadas, con ricas caravanas haciendo
etapa en ciudades fortificadas como Herat, Bujara, y Samarcanda, donde un
simple bandolero como Tenmujín podía transformarse de la noche a la mañana en
Genghis Khan y fundar el más grande imperio que la historia conociera jamás.
Sitúa la autora las más ricas ciudades en torno a lo que llama Gran Canal, una
de las corrientes soñadas por Schiaparelli, que la triste realidad desmentiría
después.
Pero
es en el Canal Inferior donde Leigh Brackett sitúa las más interesantes de sus
urbes marcianas, Valkis, Kekkara, Barrakesh (nombre visiblemente inspirado en
Marrakesh), y otras similares pobladas por ladrones, asaltantes de caravanas y
otros fuera de la ley, y refugio de todos los perseguidos por la justicia del
planeta y aun de otros astros.
Más
allá están las estepas infinitas, los rojos desiertos de aridez sólo atenuada
por escasos oasis, donde cabalgan las tribus nómadas de Kesh y Shun en el Sur y
de Mekh en el Norte, guerreros crueles, orgullosos y valientes a quienes sólo
la desunión tribal impide atacar y saquear las ricas ciudades interiores de los
canales.
Pero
Marte tiene también un pasado legendario, cuando los secos mares estaban
cubiertos por las aguas y poblados por galeras de velas blancas, y cuando las
decadentes urbes del Canal Inferior eran prósperos puertos donde se amontonaban
las mercancías y donde marineros de mil razas marchaban por las estrechas
calles y se divertían con las muchachas de placer, vestidas de leves velos y
adornadas con brazaletes de campanillas. Y, en un pasado aún más lejano, el
recuerdo de los dioses, de las poderosas razas, humanas o no, poseedores de
ciencias desconocidas pero superiores a todo lo imaginable, las civilizaciones
perdidas que en tiempos remotos, cuando nuestra Tierra aún no conocía la vida,
dominaban con mano dura el planeta vecino, y quizá todo el Sistema Solar.
La
autora sitúa en el corazón de los desiertos, en las regiones inexploradas,
protegidas por la soledad y también por la superstición, inquietantes reliquias
de aquellos tiempos olvidados. Sinharat la siempre viviente ciudad que
se yergue en la estepa de los Shun y que fuera metrópolis de los crueles Rama,
conquistadores de la inmortalidad; Shandakor, último reducto de una fastuosa
estirpe no humana, la norteña Kushat, junto a las Puertas de la Muerte,
protegida por un talismán contra los demonios de más allá y el secreto más
terrible de todos, la tumba de Rhiannon el Maldito, el último exponente de la
superrraza Quiru, dominadora del espacio y el tiempo. Aquí y allá, en las
tabernas del Canal Inferior, y en torno a los fuegos de los campamentos
nómadas, se habla con temor de las antiguas razas inhumanas, los hombres
reptiles, los voladores y los acuáticos, los filiformes y los escamosos, y de
la posibilidad de su supervivencia en algún refugio olvidado, junto con la promesa
de poderes extraños y tesoros fabulosos vinculados a su descubrimiento. Tal es
el Marte de Leigh Brackett.
Hay
que añadir que la llegada de los terrestres apenas ha manchado tan atractivo
escenario. Los viajeros estelares de nuestro planeta se han limitado a
establecer la base y ciudad comercial de Kahora (una especie de Hong Kong ante
el Imperio Chino) y permitir la salida desde allí de algunos exploradores y
arqueólogos, médicos e incluso aventureros, pero siempre por su cuenta y
riesgo.
Para
tan fabuloso planeta, Leigh Brackett ha creado un héroe a su medida. Es este
Erik John Stark, también conocido como N'Chaka, que fuera abandonado de niño en
la Zona Crepuscular de Mercurio (otra bella invención destruida por la
ciencia), y cuidado allí por una tribu primitiva para convertirse luego en
indómito aventurero espacial. Bárbaro justiciero, Stark se ha opuesto más de
una vez al colonialismo terrícola, y apenas si tiene entre nuestra raza algún
amigo como el comisionado Simon Ashton, lo que no obsta para que se embarque en
la defensa de cualquier causa que le parezca justa. Un clásico héroe de space-opera
en toda la acepción de la palabra.
Encontramos
a Stark por primera vez en el relato largo Queen of the martian catacombs,
publicado en 1949 por "Thrilling Wonder Stories". Nuestro
hombre se dirige a Valkis para tomar parte en la revuelta nómada organizada por
el jefe bárbaro Kynom, que ha unido a todas las hordas del desierto meridional
prometiéndoles la inmortalidad, secreto de los antiguos Ramas y proponiéndose
conquistar el planeta entero con la colaboración de los Señores del Canal
Inferior y de diversos mercenarios terrestres y venusianos. En un ambiente de
fantásticas aventuras, Stark deberá afrontar seres de otras épocas y poner fin
a la epopeya de Kynom, tras de la cual, desconocida por el jefe nómada, se
ocultaba una horrenda conspiración.
En
Black amazone of Mars, publicada por "Planet Stories"
en 1951, encontramos a Stark vagando por los desiertos del Norte, en busca de
la mítica ciudad de Kushat, participando luego en la defensa de la misma contra
las hordas de Mekh, y enfrentándose por fin con una cruel raza de seres
inhumanos en curso de extinción. Aquí encontrará N'Chaka su digna pareja en la
figura de Ciaran, la reina guerrera de los nómadas, su mortal enemiga al
principio, pero que luego luchará junto a él contra los inhumanos adversarios
comunes.
En
el tercer gran libro de Leigh Brackett, The sea-kings of Mars (La
espada de Rhiannon, Martínez Roca, Super Ficción 23), publicado en
1949 por "Thrilling Wonder Stories", el protagonista no es
N'Chaka, sino el arqueólogo fuera de la ley, saqueador de tumbas, Matthew Carse
(nombre quizá inspirado por el de Hawk Carse, héroe clásico de Anthony
Gilmore). Conducido por un ladrón de Jekkara a la tumba de Rhiannon el Maldito,
Carse es capturado por un torbellino temporal y llevado al Marte del pasado,
cuando los mares y océanos de aguas blancas estaban presentes, y el formidable
Imperio de Sark aliado de los hombres-serpiente de Caer Dhu ejercía su tiranía
sobre casi todas las tierras civilizadas. Poseído él mismo por la implacable
princesa Ywayn de Sark, el arqueólogo logrará tras muchas batallas, acabar con
el obscuro poder de la Serpiente y liberar los pueblos marcianos además de
redimir la mítica falta de Rhiannon y lograr para éste el perdón de sus
fabulosos hermanos semidioses.
Esta
trilogía marciana no tardó en ser publicada en libros de "tapas
duras", tal como suele suceder en los Estados Unidos con las obras de
ciencia ficción que destacan. Ya en 1953 Ace Books publicó The sea-kings of
Mars con el nuevo título de The sword of Rhiannon (de donde viene su
titulación en castellano). La misma editorial haría luego otro tanto en 1964
con Queen of the martian catacombs y Black amazone of Mars,
respectivamente con los nuevos títulos de The secret of Sinharat y People
of the talisman.
Quedaba
una serie de relatos cortos referentes a aventuras de terrestres llegados al
planeta rojo, que Ace Books recopiló en 1967 en un volumen titulado The
coming of terrans, intentando incluso una vaga cronología.
Los
temas de estos relatos son de índole muy variada. El primero de ellos, The
beast-jewel of Mars, publicado originalmente en "Planet Stories"
durante el invierno de 1948, pone en escena el clásico argumento de un joven
terrestre que se interna en las salvajes tierras de Marte en busca de su novia,
desaparecida con anterioridad, y en ella tiene gran importancia el juego del shanga,
que convierte a los hombres en bestias, y que aparece también en Queen of
the martian catacombs. En The last days of Shandakor ("Startling
Stories", abril de 1952), un aventurero de nuestro planeta se traslada
tras un penoso viaje por el desierto a la oculta ciudad de Shandakor, donde los
últimos representantes de una raza no humana pasan sus postreros días en
incomprensibles juegos y fiestas, resignados a la fatalidad de su muerte
racial. Más emotivo es Mars minus Bisha, aparecido en "Planet
Stories" en 1954, donde se relata la trágica historia de una niña,
Bisha, en la que un cruel atavismo ha resucitado las características de una
antigua raza telepática, y que por ello causa involuntariamente la muerte a
quienes la rodean. En vano, un joven médico terrestre, Fraser, que no cree
en esas supersticiones, intenta salvarla de la ejecución ritual que le
quieren inflingir los nómadas. Al ver al médico aquejado por la terrible
enfermedad que su aura mental produce, la niña opta por escapar de su lado y
aceptar voluntariamente la muerte que los marcianos deben darle, no por odio,
sino por necesidad. El relato da muestras de una sensibilidad que podía
compararse quizá con el patético The cold equations (Las frías
ecuaciones, antología Labor), de Tom Godwin.
El
quinto relato de la serie, The road to Sinharat, publicado en mayo de
1963 en "Amazing", es una simple aventura con ribetes
ecológicos donde aparece de nuevo la ciudad prohibida de Sinharat, escenario
principal de Queen of the martian catacombs, y se reivindica una cierta
bondad para los temibles Rama que la construyeron. En cuanto al sexto y último,
Purple priestess of the mad moon, que vio la luz en 1965 en las páginas
de "The Magazine of Fantasy and Science Fiction" y que es el
único de la serie traducido al castellano (La sacerdotisa escarlata de la
luna loca, Bruguera, Libro Amigo 247), es quizá el más flojo de
todos. Relata el contacto de un terrestre con un terrible culto existente en la
ciudad marciana de Jekkara, y cuyo poder le persigue incluso cuando ha
regresado a nuestro planeta. En realidad parece ser que el motivo de Leigh
Brackett para escribir este relato fue una apuesta que un amigo hizo sobre la
imposibilidad de crear un cuento con un nombre tan estrambótico.
Abandonando
ahora el preferido planeta de Leigh Brackett, pasemos a otro astro clásico de
la mitología fantacientífica, igualmente estropeado por la realidad objetiva de
las endemoniadas sondas espaciales americanas y soviéticas. Para Leigh
Brackett, como para otros muchos autores de ciencia ficción, el planeta Venus,
misterioso bajo su envoltura de nubes, sería escenario de una naturaleza
pujante, selvática y primitiva, desde luego habitable para el hombre terrestre.
La autora le dota, cómo no, de algunas legendarias civilizaciones perdidas, y
lanza a sus héroes sobre él, en demanda de mil hazañas y aventuras.
Conocido
en España es el bello relato Terror out of space (Terror en el
espacio, “Nebulae” 67), cuyo título, poco afortunado, en poco
conviene al contenido. Vemos en él a un policía espacial enviado a la caza de
un raro ser llegado desde el espacio al planeta Venus, y que con sus poderes
hipnóticos subyuga a las poblaciones del segundo planeta. Capturado el ente, el
policía cae con él en el fondo de un mar venusino, donde debe ayudar a una raza
de plantas inteligentes acosada por enemigos carnívoros de su misma especie. Pero
este resumen está lejos de hacer honor a la belleza de las descripciones
submarinas, que parece pedía el lápiz mágico de un Walt Disney para ser
llevadas al cine de animación. El desenlace del relato, quizá un poco
incongruente, está seguramente influido por The cold gray god, de la
serie de Northwest Smith creada por Catherine L. Moore, pero en conjunto se
trata de una de las más hermosas obras de Brackett, que como tal fue recogida
en la antología de Donald A. Wollheim dedicada a Venus y titulada The hidden
planet (El planeta oculto, título del número de Nebulae
citado).
Otro
relato corto Lorelei of the red mist, del que ya antes hemos hablado,
escrito con la colaboración poco perceptible de Ray Bradbury y publicado por
"Planet Stories" en el verano de 1946 (en español con el
equivocado nombre de Tres por Infinito, correspondiente a una antología
en la que venía incluido, y atribuido por completo a Bradbury, Vértice, Galaxia
9), nos traslada a un diferente paisaje venusino, un Venus Interior, más allá de
los Montes de la Nube Blanca. Allí crea Leigh Brackett un misterioso mar de
gases rojizos, sobre el cual pueden navegar los barcos, pero en cuyo seno es
posible respirar y vivir. En tan fantástico paraje viene a caer Hugh Starke con
la astronave experimental que ha robado (pese a excepciones como el relato
anterior, Leigh Brackett sigue prefiriendo como protagonistas a los fuera de la
ley antes que a los policías). Muerto en el choque, la bruja Rann, reina de la
ciudad de Falga, transfiere su espíritu al cuerpo de un poderoso guerrero
llamado Conan (!!), prisionero en la ciudad enemiga de Crom Dhu. En la guerra
entre las dos ciudades Conan-Starke ganará el amor de la princesa Beudag y, en
el curso de una horrenda resurrección de los muertos en el mar, acabará con el
poder de Falga y de la reina bruja.
El
mismo escenario del rojo mar gaseoso es el de Enchantress of Venus,
aparecida en 1949 en "Planet Stories", y rebautizado en una
posterior reedición como City of the lost ones (La ciudad de los
seres perdidos, Vértice, Galaxia 5). Aquí se pone en escena nada
menos que el conocido Erik John Stark, que navega por el océano escarlata rumbo
a la bárbara ciudad costera de Shuruun, para buscar a su amigo, el venusino
Helvi, desaparecido en extrañas circunstancias. El salvaje N'Chaka debe
enfrentarse aquí a una horrenda familia decadente, degeneración de antiguos
aristócratas, que capturan esclavos para hacerlos buscar en el fondo del mar
gaseoso una ciudad perdida que, según se dice, guarda el secreto de la eterna juventud.
Al ser hallado el secreto, que resulta ser el del supremo horror, la familia
tiránica se destruye a sí misma, en tanto que N'Chaka encabeza la inevitable
rebelión de los esclavos.
Menos
importante que las marcianas o venusianas son las incursiones realizadas por
Brackett a otros planetas de nuestro Sistema Solar. En The dancing girl of
Ganymede, publicado en 1966 por "The Award Science Fiction Reader",
la autora recoge la alegre cosmografía de Stanley Grauman Weinbaum, con sus
lunas jupeterianas y saturnianas dotadas de atmósferas y temperaturas que las
hacen habitables para los humanos. En las selvas de Ganímedes un terrestre
encuentra a unos seres sintéticos que huyen de una feroz persecución y,
enamorado de una de sus mujeres, les ayuda y acompaña hasta su trágico final.
También
son raras las expediciones de Leigh Brackett a otras estrellas. Quizá la más
conocida de sus aventuras interestelares sea The starmen of Llyrdis,
aparecida en marzo de 1951 en "Startling Stories" y
republicada al año siguiente en forma de libro por Gnome Press. En ella aparece
una raza de comerciantes estelares que mantienen el monopolio de esa clase de
viajes merced a su estructura física que les permite soportar las terribles
aceleraciones necesarias. Michael Trehearne, un terrestre de nuestro tiempo,
descubre que en realidad es un mestizo de nuestra raza y la de los viajeros
estelares, y que por ello es capaz de acompañarles hasta las estrellas. Tras un
periplo sideral en el que conoce diversas razas alienígenas, logra finalmente
romper el monopolio y poner el viaje estelar al alcance de todas las razas del
espacio.
Más
emotivo es el relato The Woman from Altair (Asesinato por telepatía,
Enigmas 14, México), aparecido en julio de 1951 en "Startling
Stories". En él se asiste a la implacable venganza de una muchacha no
humana raptada en Altair por un astronauta terrestre, en contra de todos los
familiares y amigos de su secuestrador.
En
casi todo el ciclo épico marciano-venusiano de Leigh Brackett, los principales
personajes pertenecen a un triángulo invariable que incluye al protagonista
masculino, fuerte, bárbaro y violento, aunque en el fondo amigo de la justicia
e incluso de buen corazón, y dos tipos distintos de mujer, una de ellas
salvaje, de terribles pasiones y cuya energía choca violentamente con la del
anterior, y otra más reposada, dulce y bondadosa, aunque no por ello incapaz de
abnegación y heroísmo, que para el protagonista viene a significar el
contrapunto de la anterior. Así, junto al archihéroe Erik John Stark encontramos
en City of the lost ones a la perversa y apasionada Varra junto a la
pequeña y dulce Zareth. Idéntico papel representan en Queen of the martian
catacombs, Ciaran y Thanis. En The sword of Rhiannon el protagonista
Matthew Carse halla en su aventurero periplo a la princesa guerrera Ywayn de
Sark y también a la soñadora y delicada Emer, en tanto que en Lorelei of the
red mist, la venusina Beudag, aunque luchadora y enérgica, no deja de
parecer dulce y suave frente a su contrapartida, la terrible Ran, reina bruja
de Falga. Por otra parte, la preferencia del héroe no es constante, pues en
unas obras acaba emparejado con el personaje femenino más feroz y violento, y
en otras con su contrario.
Leigh
Brackett, especialista en obras épicas con confrontaciones directas entre el
Bien y el Mal, no ha sido nunca asidua a las obras de mensaje político
tal como otros autores las representan. Estamos lejos de los Heinlein y los
Leinster y del reflejo de sus opiniones sobre la situación política
contemporánea a ellos en las páginas de sus obras.
En
los inicios de su carrera como escritora, sin embargo, se sumó a la oposición
contra los estados autoritarios implantados por fascistas y nazis en Europa, y
esta toma de posición, al ingenuo estilo americano de la época, puede
rastrearse en algunas de sus obras.
En
Retreat on the stars (Refugio en las estrellas, Bruguera Libro
Amigo 107), publicado en 1941, presenta un grupo de anarquistas que han
hallado en un asteroide un refugio contra el tiránico Triestado que gobierna
todo el Sistema Solar. En Child of the Sun (Hijo del Sol,
Vértice, Galaxia 8, e Infinitum 6), publicado originalmente por
"Planet Stories" en la primavera de 1942, ya con los Estados
Unidos en guerra, un pequeño grupo de exiliados huyen del dictador Granty
Hilton, inventor del psico-ajustador con el que esclaviza las mentes de los
habitantes del Sistema Solar. Refugiados en Vulcano, el mítico planeta
intramercurial, encuentran allí una criatura de naturaleza casi divina,
procedente del primigenio fuego solar, con la que combatirán en principio, para
obtener luego su ayuda en la creación de un mundo-refugio para los
inconformistas terrestres.
En
estos relatos, Brackett insiste siempre en la vitalidad de sus personajes
revolucionarios que luchan por la libertad, en oposición a la naturaleza neutra
y poco atractiva de quienes propugnan o soportan las soluciones autoritarias,
evidente contraste que lleva al camino de la verdad al traidor o infiltrado
que es también elemento común a las dos obras. Igualmente podría mencionarse en
ellas una curiosa tendencia a preferir la huida y la búsqueda de un refugio,
mejor que enfrentarse directamente con las dictaduras. Quizá resabios del
resentimiento aislacionista aún muy poderoso en los Estados Unidos en los días
anteriores a Pearl Harbour.
Bastantes
años después, en noviembre de 1957, "Venture Science & Fiction”
publica el relato All the colours of the rainbow (Todos los colores
del arco iris, nueva dimensión 119) en el que Leigh Brackett vuelve
a tomar partido en un problema contemporáneo, en este caso el racismo.
Asistimos aquí a la terrible aventura de una pareja de extraterrestres en viaje
de turismo por el sur de los Estados Unidos, donde se les trata, con la falta
de lógica acostumbrada entre la grey racista, de negros verdes. Víctimas
de la violencia más salvaje, los alienígenas hallan en las autoridades
terrestres (¿americanas?) la más irritante falta de interés en su denuncia por
lo que deben optar, con el evidente aplauso de la autora, por tomarse la
justicia por su mano.
Durante
varios años Leigh Brackett dejó por completo el género fantacientífico para
dedicarse, fundamentalmente, a escribir guiones de películas, siendo autora
entre otros, de los correspondientes a El sueño eterno, Río Bravo,
Hatari y Eldorado. Parecía que su firma iba a permanecer para
siempre ausente de las revistas y libros de ciencia ficción.
Pero
mediada la década de los setenta, quizá llevada por la nostalgia de los tiempos
felices y de los caminos recorridos, de nuevo Leigh Brackett volvió por donde
solía. De sus nuevas obras se nota ausente, como es el caso de quienes dejaron
descansar su pluma, parte de su primera personalidad, de su primitivo wonder
sense. Pero se reconocen, no obstante, las principales características de
Leigh Brackett y por si esto quedara en duda, ella misma ha procurado dejar una
nota particular, una pista indeleble para los ojos del conocedor.
En
The ginger star, que "If" publicó en febrero de 1974,
Brackett resucita nada menos que a Erik John Stark, el salvaje N'Chaka de los
páramos mercurianos, transportándole incomprensiblemente a un escenario de
civilización galáctica para rescatar a su amigo Simon Ashton, cautivo en un
extraño planeta. En Alpha Centauri or die!, aparecida en el siguiente
año, la autora parece regresar a los orígenes, con un relato de exiliados
huyendo del Sistema Solar para refugiarse en unos de los planetas de la
mencionada estrella, donde les ocurrirán diversas aventuras. Como puerto de
embarque para este viaje ilegal, Brackett da la ciudad de Kahora, aquel puesto
comercial terrestre en Marte tan mencionado en la saga de aquel planeta.
Pudo
conocer Leigh Brackett el renacimiento de la space-opera, a la que
siempre se había dedicado, iniciado en la pantalla por Star wars.
Incluso trabajó como guionista en la prevista continuación del film The
empire strike back, pero cuando estaba entregada a este trabajo en
Lancaster (California), el 18 de marzo de 1978, Leigh Brackett dejó nuestro
mundo. Contaba entonces sesenta y dos años de edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.