Y
aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso
no me enseño nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle
al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing
“ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de
andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de
punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta?
Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y
nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras
estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el
arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega
por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo
al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero.
Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a
nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de
hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo...
¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien.
Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el
club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta
goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso
para no hablar del centrofoward nuestro. debe llevar más de 12.000 goles. por
debajo de las patas... Y...¡el tipo está ahí!
donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica.
Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca
no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la
troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo
no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la
pelota adentro del arco.
Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos
salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000
goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me
acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto
de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos escegueció la
luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las
camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas
rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve
el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está ésta cancha!
¡Qué lástima! Qué poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable.
Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque
esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el
club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese
día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había
comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche
cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o
tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron
el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo
adentro.
¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es
pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo
destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre
20 y 25 años personal viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud.
Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni
miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que
tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el
tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy
vamos a andar bien”. porque también es importante el tipo que a uno le toque
para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno,
pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con
experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o
no. Es una cuestión de experiencia , nada más. No es que uno sea sabio.
Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al
fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve
que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque
está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted
trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un
patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los
escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que
aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es
importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos
partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como
30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique
de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece
mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos
mucho. Pero aquél día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad
de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me
acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban
permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al
club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en
pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le
cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó
del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado.
Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no
andábamos tan bien porque el que manajaba a los tres era un salame. Un paspado.
Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por
favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. tres pepas hice ese día. Y las
otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa
es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un
gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos
perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada
bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me
la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once
también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par de veces amagué el puntazo,
pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento
que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan
con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro
y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo
cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el
rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás,
cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso semejante
quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo
lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la
derecha y ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro, lo había
escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha ví que la defensa se venía
conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al
Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido
fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos.
Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las
maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo
siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic” “plinc” , “clun” y
unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió
algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son
máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos
siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me
vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El
fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad.
¡Por favor!
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Nuestro objetivo no es, de ninguna manera, la piratería ni mucho menos el quitar provecho pecuniario con este espacio. Sino que es alcanzar al máximo de personas posible para que de forma gratuita tengan acceso a nuestro acervo literario. Convertir en color aquellos que jamás experimentaron algo que fuese ajeno al gris.
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