The vision of Milty Boil, © 1970. Traducido por Manuel Barberá en El general derribó a un ángel, relatos de Howard Fast, Colección Azimut de Ciencia Ficción, Intersea SAIC, 1975.
Napoleón,
Stalin, Hitler, y Mussolini tenían todos algo en común con Milton Boil: eran de
baja estatura. Pero los momentos más trascendentes de la historia humana han
sido a menudo consecuencia de la falta de quince o veinte centímetros de
altura, y aunque sería difícilmente provechoso, es sin duda interesante
especular sobre lo que pudo haber sido el destino del hombre de haber tenido
Milton Boil más de un metro con ochenta de estatura, en vez de un metro con
cincuenta y dos centímetros, y un apellido como Smith, Jones, o Goldberg en
lugar de Boil.
Pero.
en la época de su madurez. su estatura era de un metro con cincuenta y dos
centímetros y su nombre ya le había ocasionado tanto sufrimiento que ninguna
fuerza en el mundo lo hubiese persuadido de cambiarlo *. Toda su vida había
sido zaherido, perseguido y burlado a causa de su apellido y de su estatura; no
debe, pues, sorprendernos que fuese millonario antes de haber llegado a los
treinta años.
* _ Boil
significa “grano” , “forúnculo” en inglés (N. del T.).
Nació
en 1940 y se crió y educó en los días de la prosperidad. Su padre era
constructor de casas de pequeños departamentos. Milton (o Milty, tal como llegó
a llamarlo el mundo entero) dejó la universidad, pasó un año aprendiendo más
acerca del negocio del padre de lo que el viejo llegó a saber en algún momento
y después se separó de él y construyó su primer gran edificio de departamentos.
Milty era un genio. Más o menos por 1970 se había convertido en el constructor
más importante de casas de departamentos de la ciudad de New York. Se casó con Joan
Pebbleman, cuyo padre había sido uno de los mayores constructores de edificios
para oficinas del país y tuvieron tres hijos encantadores. Joan se ocupaba de
actividades benéficas. Su nombre figuraba en The New York Times por lo menos una vez por semana. Ella sólo medía
un metro con treinta y dos centímetros, de manera que desde una distancia
razonable formaban una pareja realmente encantadora.
Milty
respetaba el dinero, el cerebro, el impulso de organización, la gente rica, el
gobierno, la iglesia y los millonarios. Durante una entrevista, se le preguntó
cuál consideraba la condición primordial indispensable en un joven que desease
llegar a millonario.
-La
ambición -replicó rápidamente. Respetaba la ambición.
-¿Y
además de eso?
-La
influencia -contestó-. Amistades convenientes.
Y
Milty se hizo de amistades y acumuló influencia. Al llegar el año 1975, a los
treinta y cinco años de edad, era considerado el hombre más influyente de la
ciudad de New York. Su influencia era tal que consiguió que se introdujese en
el código de la edificación una cantidad de cambios importantes, entre lo ellos
que se disminuyese la altura mínima exigida a los cielos de rasos, llevándola a
sólo dos metros con diez centímetros.
Logrado
esto, construyó la primera casa de departamentos de cien pisos de New York. En
1980, en el auge de la conmoción creada por la explosión demográfica, Milty
Boil pudo conseguir que el concejo municipal aprobase una ordenanza que
permitía cielos rasos de un metro con ochenta en todos los edificios de departamentos
que tuviesen más de cincuenta pisos. Los constructores rivales se reían de la
nueva casa de Milty, asegurando que nadie sería tan absolutamente idiota como
para alquilar un departamento cuyos techos estuviesen a un metro ochenta del
piso. pero fue tal la escasez de viviendas por aquel entonces que todo el
edificio, con sus setecientos departamentos, quedó completamente alquilado en
sólo sesenta días.
A
esta altura era tan grande la cantidad de dinero que pasaba por las dignas
manos de Milty que en todo el comercio se lo conocía como el "niño de
oro" o, más a menudo, el "grano de oro"; pero Milton estaba más
allá de las pullas originadas por su apellido. Su visión y su imaginación lo
habían elevado a alturas que no tenían precedente y una vez más hizo que su
influencia gravitase sobre los legisladores. En 1982 sus obreros iniciaron la
excavación para un edificio nuevo de cien pisos, donde los cielos rasos
estarían a un metro cincuenta del suelo. Los biógrafos recuerdan este momento
como época de una crisis enorme en la vida de Milty Boil y los historiadores la
evocan como un instante crucial en el destino del hombre. De pronto todas las
fuerzas del conservadorismo se concentraron sobre Milty; se lo llamó de todo,
desde usurero depravado hasta enemigo público número uno; la insultaron en el
periodismo, en el Congreso y en la radio y la televisión. Por supuesto, hubo un
puñado de personas de magnífica visión que aplaudió el coraje y la creatividad
de Milty; pero fueron ultrajes lo que más recibió. Y a ellos, en su hoy
histórica conferencia de prensa, Milty replicó sencillamente y con dignidad:
"Ofrezco
a la gente un lugar en donde vivir mediante un alquiler razonable.
Especialmente los jóvenes, que tan desesperadamente desean vivir en la ciudad,
tienen gracias a mí un lugar en donde hacerlo pagando un alquiler que pueden
permitirse.”
-¿Es
verdad, señor? -interrogó el representante de The New York Times, audaz y cáustico como correspondía a su
posición, iniciando el ataque contra Milty-. ¿Cómo puede usted decir eso siendo
que nosotros, los norteamericanos, somos la gente más alta del mundo, sobre
todo nuestra juventud?
-Estoy
de acuerdo -contestó Milty-. Esta altura es un tributo a la forma de vivir
norteamericana. Toda mi vida he defendido nuestra forma de vivir.
-Eso
difícilmente contesta la pregunta --dijo un corresponsal de la CBS.
-Les
voy a contestar -les aseguró Milty-. Nunca he sido otra cosa que claro y
directo en cuanto a mis planes. He sometido este problema a un plantel de
cuarenta y dos médicos. Todos ellos están conformes en que doblarse,
acurrucarse y arrastrarse ocasionalmente sólo puede ser beneficioso para la
salud humana. De acuerdo con eso, toda una serie de músculos, antes
postergados, entran en juego, y de ese modo mis esfuerzos coinciden con el plan
del presidente para la salud física. En cuanto a la defensa de la democracia en
una escala internacional, nada desarrolla mejor a un hombre para combates en la
selva que la actividad producida por la vida en un departamento cuyo techo está
sólo a metro y medio. Tengo aquí una manifestación del secretario de Defensa
-de la cual hay coplas mimeográficas disponibles-, que en parte dice: "Las
preocupaciones constantes por el bienestar de este país, que predominan en el
pensamiento de Milton Boil merecen atención y recomendación especiales".
También tengo aquí. declaraciones de los generales Bosch y Kopulant, expertos
uno y otro...
-Señor
Boil -le interrumpieron-, ¿está usted procurando decirnos que estos techos
bajos constituyen una característica positiva y progresista de la construcción
de departamentos?
-Por
supuesto. Además, un departamento no es un sitio en el que se vive
verticalmente. Hemos realizado una encuesta acerca de los hábitos de más de
diez mil personas que habitan en departamentos y el resultado demuestra que el
92,8 % de sus horas pasadas en el departamento transcurren mientras están
sentados. reclinados o acostados. Con los jóvenes recién casados el porcentaje
es un poquito mayor...
De
este modo se defendió Milty Boil, un hombre que estaba solo en su lucha contra
las fuerzas de la reacción y siempre contempló el beneficio gigantesco
producido por un edificio de departamentos de un metro y medio de altura. Pero
un día después, en su acostumbrada reunión de directorio, Milton descubrió que
hasta los mismos que compartían las ganancias tenían sus dudas.
-No
dará resultado.
-Milty,
no se puede aceptar esa idea. Tengo entendido que Washington piensa tomar
cartas en este asunto.
-¿Has
oído ya lo que a este respecto dice Pravda?
Aquí tengo la traducción: "El paso final en la decadencia de los Estados
Unidos". Bueno, esto obliga a pensar.
-Yo
no digo que no sea una medida inteligente, Milty. Simplemente pregunto: ¿Dará
resultado? ¿Es posible que sea práctico? Life
no es Pravda, pero escucha este
editorial: "¿Ha errado por fin Milty? Nosotros no estamos del lado de
quienes lo consideran un loco o un enemigo público. Reconocemos que el máximo
constructor de la moderna América del Norte no toma sus decisiones a la ligera.
Pero si Milton Boil no está loco, tampoco nosotros los norteamericanos tenemos
noventa centímetros de alto. Si..."
-¡No,
no! -exclamó Milty, reaccionando finalmente en su puesto de la cabecera de la
mesa-. Basta con eso de momento.
Lee
nuevamente la última frase.
-¿Qué
última frase?
-Tú
lo sabes, eso sobre los noventa centímetros de estatura.
-¿Quieres
decir esto?: "Pero si Milton Boil no está loco, tampoco nosotros los
norteamericanos tenemos noventa centímetros de estatura...
-¡Justo!
¡Tienes razón! Ahí está.
-¿Está
qué? -preguntó uno de los directores más antiguos, menos capaz a causa de su
edad de seguir la pirotecnia del pensamiento de Milty.
-Todo.
Toda la respuesta. La clave de todo -y todos comenzaron a contagiarse de la
emoción de Milty.
-¿Qué
clave, Milty? No seas tan condenadamente misterioso.
-Está
bien. Pero decidme esto. ¿Cuál es el problema número uno de nuestro mundo
actual?
-El
comunismo -dijo ansiosamente una media docena de miembros del directorio.
-¡Un
cuerno! El comunismo es una palabra. Los hemos derrotado en el espacio y los
derrotaremos en todo lo demás aquí abajo. Nuestras casas y nuestros caminos son
mejores y son mejores también nuestras fábricas.
-Las
enfermedades -dijo alguno confiado en acertar.
-¿No
has oído hablar de los antibióticos? No, las enfermedades, no.
-¿La
guerra, Milty?
-¿Desde
cuándo la guerra es un problema?
-¿
La inflación?
-Tú
tan luego hablas de eso! tú que has hecho millones con la inflación. Vamos,
vamos, usen el cerebro: hay un solo problema número uno en el mundo actual y si
lo vencemos, nos vence, si lo destruimos, nos destruye... hasta ahora, hasta
este preciso instante en que tu tío Milty Boil acaba de resolverlo y ya no nos
vencerá ni nos destruirá.
Alargaron
las manos esperanzados. Miraron a Milty con sensación de derrota, sabiendo cómo
le gustaba a él ganar las discusiones.
-Milty,
confíanos el secreto, dinos cuál es el curso de acción -imploró su primer
vicepresidente.
-Está
bien -dijo Milty Boíl inclinándose hacia delante.
El
rostro se le había endurecido y su voz se volvió precisa y tajante. En este
momento era todo cerebro, una iría y hermosa máquina calculadora de duro
corazón. Todos conocían esa expresión de Milty; sabían que significaba victoria
contra los inconvenientes, acción, acción y más acción. El. silencio en tomo de
la mesa del directorio se convirtió en algo tangible.
-Muy
bien. El problema número uno del. mundo es el exceso de población, es decir, la
explosión demográfica. Después de esto, ¿dónde está nuestro mercado para
cualquier mercadería? Ese mercado es la gente. ¿ Y cómo se aumenta el mercado?
Teniendo más gente. Pero con más gente se produce la explosión demográfica. La
humanidad está atrapada. Terminada. Liquidada. La Tierra muere de hambre.
-Tienes
razón. Milty -murmuró el directorio.
-Pero
hay una manera.
El
directorio esperó.
Despacio,
midiendo palabra por palabra. Milty dijo:
-Duplicar
el tamaño de la Tierra. Esa es la solución. Con eso se resuelven los próximos
cien años.
Los
miembros del directorio se miraron, aliviados, sonrieron entre dientes y luego prorrumpieron
en carcajadas. El único que no rió fue Milty. Su cara se mantuvo pétrea y fría
como el hielo y los contempló sin complacencia alguna, esperando. Por fin
advirtieron su expresión y desapareció la risa. Milty apuntó con un dedo índice
a su segundo vicepresidente que estaba a cargo de las compras, y le preguntó
monótonamente:
-¿Qué
encuentran tan divertido?
-El
chiste, Milty. reímos contigo.
-¿Por
qué?
-Porque
es un gusto, Milty, un don, por así decir. Tienes más sentido del humor que
nadie en el mundo.
-Yo
no creo que sea gracioso -dijo Milty.
-¿No?
Sin embargo, es forzoso que estés bromeando. La Tierra es lo que es. Tiene
cuarenta mil kilómetros de circunferencia. Lo saben los niños de cuarto grado.
-Y
tú tienes un cerebro de cuarto grado.
-Milty,
Milty -dijo el componente más. antiguo con tono paternal-. Milty, tienes un
cerebro extraordinario, pero nadie puede hacer que la Tierra sea más grande.
-¿No?
-No,
Milty. Me temo que no.
-Muy
bien -dijo Milty, sin dejarse perturbar por el veterano del directorio y
sonriendo levemente-. Nadie puede agrandar la Tierra. Pero dime una cosa:
supongamos, únicamente a los fines de la discusión, que el promedio de los
hombres midiese un metro y medio. Ahora bien, si adoptase la misma escala con
relación a él mismo. todo se reduciría a la mitad. Cinco centímetros serían
diez centímetros y un kilómetro se convertiría en dos kilómetros. Dicho con
otras palabras. si el tamaño del hombre se reduce a la mitad, también se
reducen todas sus medidas. Repentinamente el mundo deja de tener cuarenta mil
kilómetros de circunferencia y empieza a tener ochenta mil. Hemos duplicado el
tamaño de la Tierra.
-Milty,
Milty -dijo el director veterano, siempre paternalmente-. Milty, tienes el
cerebro como una trampa de acero. Pero todo lo que en realidad estás haciendo
es sostener un argumento imposible detrás de otro. No hay manera de hacer que
los hombres sean de noventa centímetros de alto.
-Y
esto es tan imposible como hacer que la Tierra tenga cuarenta mil kilómetros de
circunferencia.
-¿Quién
ha dicho eso?
-Yo
lo digo, Milty. Fui amigo de tu padre, que Dios lo tenga en su gloria, de modo
que me asiste un derecho.
-Bueno
-dijo Milty-. Tienes derecho. Pero ahora te callas –y a continuación,
dirigiéndose a los demás del directorio, agregó:
-Yo
aseguro que puedo producir hombres de noventa centímetros de estatura.
-¿De
qué manera, Milty? -preguntó el miembro más joven de la junta. Éste coincidía
en todo con Milty.
-¿Cómo?
Ante todo yo pregunto esto: ¿Qué cuernos de importancia tiene la estatura?
Alto, alto, alto... eso es lo único que se oye. ¿Por qué? ¿Era alto Adolf
Hitler? ¿Era alto Napoleón? ¿Era alto Onassis? ¿Era alto Willie Schoemaker? ¿Y
saben cuánto ganó en premios? Más de treinta millones de dólares sencillamente.
Y si hablamos de arte, ¿fue alto Toulouse-Lautrec? ¿Saben qué estatura tenía
Shakespeare? Un metro con sesenta centímetros. La estatura es para los
jugadores de básquetball.
-Pero
la gente, Milty, piensa en la estatura.
-Entonces
modifícales la manera de pensar. Piensan en estatura porque por todas partes la
propaganda dice que la altura es buena. Nosotros modificaremos eso. Les
demostraremos que la gran altura sirve para los gaznápidos. Los hombres que
hacen girar al mundo son bajos. Los hombres que prefieren las mujeres son
bajos. Los hombres que se encaraman en las altas posiciones son bajos. Estamos
eh un mundo de hombres bajos. Eso es lo que yo demostraré al mundo, que es un
mundo de hombres pequeños y cuanto más pequeños, mejor.
-Pero
Milty... -dijo pacientemente el miembro veterano del directorio-, supongamos
que demuestres todo eso. Seguiremos sin conseguir que los hombres sean más
pequeños.
-¿No?
-dijo Milty sonriendo. Años después recordando aquella sonrisa, algunos de los
miembros jóvenes del directorio hablaron de una cualidad que recordaba a
"La Gioconda" pero esto fue retrospectivamente, después de que Milty
se había ido a cobrar las recompensas que el otro mundo pueda conceder a genios
como él. Por el momento, entonces estábamos en 1982, la sonrisa de Milty fue
una sonrisa de quien está seguro de saber más que los otros.
-No...
no, no podemos hacer que los hombres sean más bajos, pero ellos pueden
conseguirlo, ¿no es así?
-¿De
qué manera, Milty?
-Deseándolo.
Los hombres han aumentado sus estaturas en más de un pie durante los últimos
dos siglos. Supongamos que empiecen a disminuirla.
Un
mes después, en la misma sala donde se reunía el directorio, frente a
representantes de las doce mayores agencias de publicidad del mundo y las
diecisiete más importantes firmas de relaciones públicas, Milton Boil situó su
proyecto en su debido nivel.
-Henos
aquí, señoras y señores -dijo-- para servir a la humanidad. En nombre del
género humano, su finalidad y su supervivencia, reclamo la atención de esta
asamblea. Nuestra meta, amigos míos, es duplicar el tamaño de la Tierra.
Luego,
ante la admiración silenciosa (es decir, silenciosa hasta que terminó de
hablar) de los allí reunidos, Milty expresó su plan; y cuando finalizó aquellos
irreductibles y cínicos representantes del único negocio que hace girar la
Tierra estallaron en aclamaciones y aplausos, Milty se levantó y recibió la
demostración con la cabeza gacha, modestamente: no era egoísta, pero tampoco
era de esos que esconden su emoción.
-Gracias
-dijo serenamente-. Y ahora la tribuna queda disponible para ideas y preguntas.
No
constituían ningún fangoso grupo de directores aquellos veintinueve
representantes de la propaganda y las relaciones públicas. Sus cerebros eran
tan duros y brillantes como el cuarzo. El primero en levantarse fue Jack
Aberdeen, el asombro de la firma Carrol, Carrol, Carrol and Quince. Desde el
instante mismo en que hizo chasquear sus dedos, Milty comprendió que su cerebro
crujía y crepitaba.
-¡Ya
lo tengo, señor Boil! Primera vuelta. Usted conoce la forma en que la compañía
Kellogg impulsa la venta de sus copos de maíz como el alimento que hace crecer
a los niños. Union MilIs es un cliente nuestro. Estoy vislumbrando un producto
competidor, Tinies. Ya tengo el lema:
"Pequeña y dura". Todas las compañías tendrán que seguir la nueva
corriente. "¿Tienes miedo al estómago abultado? Tinies reducirá tus músculos convirtiéndolos en nudos de acero. Tinies nudos de acero, Pequeña y
dura." Ya tengo hasta una tonada: "Pequeña y dura, pequeña y dura,
¿quién demonios precisa la estatura? Si sólo yo soy pequeña y dura". Por
supuesto tenemos que encontrar algo como una antivitamina, pero también
representamos a Laboratorios Asociados y conseguiré que ellos trabajen para
lograrla.
Milty
hubiera sido capaz de abrazar al chico, pero ya Steve Johnson, de Kelly, Cohen
and Clark, estaba de pie y hablaba. Representaba a una de las principales
aerolíneas del orbe.
-Milty
-dijo-. ¿Podemos llamarte Milty?
-Llámame
Milty, Steve. Por supuesto.
-Dos
cosas. Milty, acabas de abrir las puertas al cambio más importante en la
historia de las líneas aéreas. Número uno: Ya tengo la frase: "Pesa menos,
paga menos". ¿Por qué no? El hombre pequeño pesa menos y paga menos. La
pequeñez tiene premio.
Milty
advirtió que Johnson no era más alto que él.
-Segundo:
Los vuelos a la Luna y a Marte. Todas las líneas aéreas han estado hablando de
la perspectiva de ofrecer estos vuelos a turistas. Pero el costo es aterrador.
Nosotros lo convertimos en un don del cielo: "¿Quiere ver la Luna? Si es
alto, no podrá. Pero sus hijos pueden. Manténgalos bajos. Deles de comer
antivitaminas. Para que ellos disfruten de lo que usted nunca soñó disfrutar,
un vuelo a la Luna o a Marte, entre en el mañana, dé un vistazo al futuro
glorioso del hombre. Ningún turista que tenga más de un metro cincuenta puede
viajar al espacio exterior". ¿Qué les parece esto? ¿Verdad que es hermoso?
Cathey
Brodie, encargada de relaciones públicas en la compañía Jones y Keppleman, el
fabricante más importante de drogas éticas del mundo, se puso en pie de un
salto y exclamó:
-¡Píldoras
pura ir a la Luna! ¡Cómo me entusiasma esa idea! Quiere decir que los chicos
del laboratorio tendrán que empeñarse realmente en encontrar algo que regule la
estatura, pero si han encontrado todo lo demás... ¿Por qué no? Píldoras para ir
a la Luna.
-Píldoras
para ir a la Luna -repitió Milty sonriendo.
Tab
Henderson, que era gerente de promoción de más de ochocientos grandes
hospitales y sanatorios, para no mencionar a tres de las más poderosas
compañías de seguro, saltó inmediatamente a la brecha que Cathey Brodie había
abierto.
-Podríamos
sencillamente pasar por alto los enormes pequeños estimulantes de todo este
proyecto espléndido. Me refiero a la salud. A la larga vida. A los años
agregados. Tenemos gráficos estadísticos demostrativos de que a más de un metro
con ochenta y siete centímetros las perspectivas de larga vida empiezan a
disminuir. Miremos eso mismo en el otro sentido. Sea bajo y consérvese sano.
Hubo
algunas caras agrias, las de unos cuantos qué todo lo estropean, pero la
mayoría de las personas congregadas tiraron, como quien dice, sus sombreros al
ruedo y se formularon proyectos rápida y densamente.
-Alto,
obscuro y bello... Eso debe andar. Pequeño para ser alto. "Pequeño,
obscuro y hermoso”
-Bello.
-Fíjense
en el aspecto sensual. "El sexo es mejor con un hombre pequeño o una mujer
pequeña".
-“Haga
la prueba con ambos, decida por su cuenta”. Eso les da la sensación de cosas
que. uno hace por sí mismo.
-¿Qué
les parece esto? “Cierre el abismo de las generaciones!” Durante las últimas
tres o cuatro generaciones los chicos han sido todos más altos que sus padres.
Con razón los padres no pueden imponer la ley. Ahora nosotros invertimos las
cosas, cada generación será más pequeña que la precedente. Restableceremos la
autoridad de los padres. El hogar vuelve a ser el santuario que fue en épocas
antiguas.
Una
tras otra, aparecieron luminosas ideas, hasta que empezaron a brillar los
comienzos de un nuevo programa mundial, allí, en la sala del directorio de
Empresas Boil.
Roma
no se construyó en un día, ni tampoco el estilo de la psicología mundial que
redujo casi toda la raza humana a la mitad de su tamaño; pero ahí están los
cimientos, y así Milton Boil se convirtió en Milton Boil el benefactor, que
subscribió el esfuerzo inicial con una desinteresada entrega de veinte millones
de dólares de su propio pecunio.
Durante
el resto de su vida Milty tuvo una orientación, una razón y un sentido para el
tremendo esfuerzo que produjo una de las grandes fortunas de nuestro tiempo.
Los cínicos dicen que los primeros cinco años del programa crearon la condición
por la que Milty Boil pudo empezar a construir sus gigantescas estructuras
-cien pisos con cielos rasos a sólo un metro y veintiséis centímetros y medio
de altura-, sin tropezar con ninguna oposición. Otros, los llamados
reformadores, mantuvieron que era indigno para el hombre pasar su vida entera
en un lugar en que jamás podría confiar en erguirse bien recto, pero Milty
rebatió esa acusación con su fantástica Declaración de Propósitos, un documento
que en la historia de los Estados Unidos ha ocupado su lugar junto a la
Declaración de la Independencia y el Discurso de Gettysburg. Transcribo tan
sólo el primer párrafo de la Declaración de Milty, pues estoy seguro de que la
mayoría de mis lectores la conocen de memoria:
“La
vida sin finalidad" escribió Milty (o algún desconocido escritor a sueldo
que tomó su inspiración en la dinámica conducción de Milton Boil), no es ni
vida ni muerte, sino tan sólo una existencia torpe y miserable, indigna del
hombre. El hombre debe tener una meta, un propósito, un destino, una finalidad
reluciente por la cual luchar. Vimos en la juventud desventurada de las décadas
del sesenta y del setenta lo que significa carecer de propósito en la vida;
pero jamás volverá el mundo a encontrarse en esa situación. La gente, la gente
desvergonzada me ha acusado de construir con fines de lucro. Aseguran que
reduzco al hombre con mis cielos rasos bajos, que lo despojo de su dignidad.
Pero la verdad es lo contrario. Mediante mis casas espléndidas, el hombre ha
hallado a la vez dignidad y propósito -el propósito de ser pequeño y de criar
hijos pequeños, para que el mundo pueda aumentar de tamaño, y la dignidad de
los hombres que siempre deben luchar contra su ambiente, que no pueden erguirse
de pie en confort decadente, que deben luchar y crecer luchando-“.
En
el año 2010, cuando Milty tenía setenta años de edad, realizó su último
propósito. Mediante su influencia cada vez mayor, convenció al Concejo de la
Ciudad de New York para que aprobase una ley que redujese a la mitad el Parque
Central, concediendo el sector que está al norte de la calle 82 y al sur de la
98 a Milton Boil, para que con ello pudiese cumplir el sueño de toda su vida
construyendo una casa de departamentos que tuviese doscientos pisos y cuyos
cielos rasos estuviesen a sólo un metro cinco centímetros del piso. Más de cien
personas murieron en los tumultos que siguieron a esta medida del Concejo de la
ciudad, pero el progreso no se realiza jamás sin pagar un precio, y Milty se
preocupo de que viudas e hijos de quienes perecieron no padeciesen hambre.
Además garantizo espacio vital en su nuevo edificio a todos los que los
alborotos dejaron huérfanos, cobrándoles tan sólo la mitad del alquiler que pagaban
los inquilinos comunes.
Después
de eso, sólo fanáticos y hippies
podían negar que Milty fuese el propietario más bueno y gentil de toda la
historia del latifundismo. En realidad, después de su muerte, el Papa instituyó
procedimientos que darían por consecuencia el que Milty pasase a ser el santo
patrono de todos los propietarios; pero esto todavía es cosa del futuro, y en
el camino que conduce a su santidad se han sembrado muchas espinas, para no
hacer mención de una cierta confusión acerca de la religión de Milty, es decir,
suponiendo que profesase alguna religión.
Milty
murió a los ochenta y siete años, y podemos sentirnos satisfechos de que haya
vivido el tiempo necesario para ver que su sueño se convertía en realidad. Su
ataúd fue transportado por ocho jóvenes, ninguno de los cuales medía más de un
metro y treinta y dos centímetros de estatura, y el público que llenaba aquí y
allá la capilla estaba formado por hombres y mujeres no mayores de un metro con
veinte. Por supuesto, éstos constituían excepciones, y hasta medio siglo
después no existió la primera generación de adultos que midiesen menos de
noventa centímetros.
Pero
no debemos dejar de destacar que cuando se leyó el testamento de Milty, se vio
que sólo disponía de unos pocos miles de dólares y un puñado de cosas de las
que él amó. Tal era el carácter de aquel hombre que ganó millones sólo para
darlos. Naturalmente, no faltan quienes aseguran que desde que leyó un libro en
los primeros años de su juventud titulado Cómo
eludir el tribunal de testamenterías, Milty jamás dejó de tenerlo consigo,
o sea, que no permitió que le faltase ese precioso volumen, y que finalmente
llegó a retener de memoria todo su contenido y a poder citar capítulos y partes
del libro a voluntad.
¿Pero
dónde está el gran hombre que no haya sufrido los dardos de la envidia y el
odio? La calumnia es la carga que los grandes deben sobrellevar. y Milton Boil
la sobrelleva tan silenciosa y pacientemente como el que más.
Sobre
la modesta lápida que imparte dignidad al lugar en que reposan sus restos.
puede leerse un epitafio esculpido que él mismo escribió:
"Los encontré altos y los dejé bajos."
A
lo cual nuestra generación, erguida y ufana bajo nuestros cielos rasos a
noventa centímetros del suelo, puede únicamente agregar su agradecido amén.
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