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Howard Fast - Milty Boil, un visionario


The vision of Milty Boil, © 1970. Traducido por Manuel Barberá en El general derribó a un ángel, relatos de Howard Fast, Colección Azimut de Ciencia Ficción, Intersea SAIC, 1975.

Napoleón, Stalin, Hitler, y Mussolini tenían todos algo en común con Milton Boil: eran de baja estatura. Pero los momentos más trascendentes de la historia humana han sido a menudo consecuencia de la falta de quince o veinte centímetros de altura, y aunque sería difícilmente provechoso, es sin duda interesante especular sobre lo que pudo haber sido el destino del hombre de haber tenido Milton Boil más de un metro con ochenta de estatura, en vez de un metro con cincuenta y dos centímetros, y un apellido como Smith, Jones, o Goldberg en lugar de Boil.
Pero. en la época de su madurez. su estatura era de un metro con cincuenta y dos centímetros y su nombre ya le había ocasionado tanto sufrimiento que ninguna fuerza en el mundo lo hubiese persuadido de cambiarlo *. Toda su vida había sido zaherido, perseguido y burlado a causa de su apellido y de su estatura; no debe, pues, sorprendernos que fuese millonario antes de haber llegado a los treinta años.
* _ Boil significa “grano” , “forúnculo” en inglés (N. del T.).
Nació en 1940 y se crió y educó en los días de la prosperidad. Su padre era constructor de casas de pequeños departamentos. Milton (o Milty, tal como llegó a llamarlo el mundo entero) dejó la universidad, pasó un año aprendiendo más acerca del negocio del padre de lo que el viejo llegó a saber en algún momento y después se separó de él y construyó su primer gran edificio de departamentos. Milty era un genio. Más o menos por 1970 se había convertido en el constructor más importante de casas de departamentos de la ciudad de New York. Se casó con Joan Pebbleman, cuyo padre había sido uno de los mayores constructores de edificios para oficinas del país y tuvieron tres hijos encantadores. Joan se ocupaba de actividades benéficas. Su nombre figuraba en The New York Times por lo menos una vez por semana. Ella sólo medía un metro con treinta y dos centímetros, de manera que desde una distancia razonable formaban una pareja realmente encantadora.
Milty respetaba el dinero, el cerebro, el impulso de organización, la gente rica, el gobierno, la iglesia y los millonarios. Durante una entrevista, se le preguntó cuál consideraba la condición primordial indispensable en un joven que desease llegar a millonario.
-La ambición -replicó rápidamente. Respetaba la ambición.
-¿Y además de eso?
-La influencia -contestó-. Amistades convenientes.
Y Milty se hizo de amistades y acumuló influencia. Al llegar el año 1975, a los treinta y cinco años de edad, era considerado el hombre más influyente de la ciudad de New York. Su influencia era tal que consiguió que se introdujese en el código de la edificación una cantidad de cambios importantes, entre lo ellos que se disminuyese la altura mínima exigida a los cielos de rasos, llevándola a sólo dos metros con diez centímetros.
Logrado esto, construyó la primera casa de departamentos de cien pisos de New York. En 1980, en el auge de la conmoción creada por la explosión demográfica, Milty Boil pudo conseguir que el concejo municipal aprobase una ordenanza que permitía cielos rasos de un metro con ochenta en todos los edificios de departamentos que tuviesen más de cincuenta pisos. Los constructores rivales se reían de la nueva casa de Milty, asegurando que nadie sería tan absolutamente idiota como para alquilar un departamento cuyos techos estuviesen a un metro ochenta del piso. pero fue tal la escasez de viviendas por aquel entonces que todo el edificio, con sus setecientos departamentos, quedó completamente alquilado en sólo sesenta días.
A esta altura era tan grande la cantidad de dinero que pasaba por las dignas manos de Milty que en todo el comercio se lo conocía como el "niño de oro" o, más a menudo, el "grano de oro"; pero Milton estaba más allá de las pullas originadas por su apellido. Su visión y su imaginación lo habían elevado a alturas que no tenían precedente y una vez más hizo que su influencia gravitase sobre los legisladores. En 1982 sus obreros iniciaron la excavación para un edificio nuevo de cien pisos, donde los cielos rasos estarían a un metro cincuenta del suelo. Los biógrafos recuerdan este momento como época de una crisis enorme en la vida de Milty Boil y los historiadores la evocan como un instante crucial en el destino del hombre. De pronto todas las fuerzas del conservadorismo se concentraron sobre Milty; se lo llamó de todo, desde usurero depravado hasta enemigo público número uno; la insultaron en el periodismo, en el Congreso y en la radio y la televisión. Por supuesto, hubo un puñado de personas de magnífica visión que aplaudió el coraje y la creatividad de Milty; pero fueron ultrajes lo que más recibió. Y a ellos, en su hoy histórica conferencia de prensa, Milty replicó sencillamente y con dignidad:
"Ofrezco a la gente un lugar en donde vivir mediante un alquiler razonable. Especialmente los jóvenes, que tan desesperadamente desean vivir en la ciudad, tienen gracias a mí un lugar en donde hacerlo pagando un alquiler que pueden permitirse.”
-¿Es verdad, señor? -interrogó el representante de The New York Times, audaz y cáustico como correspondía a su posición, iniciando el ataque contra Milty-. ¿Cómo puede usted decir eso siendo que nosotros, los norteamericanos, somos la gente más alta del mundo, sobre todo nuestra juventud?
-Estoy de acuerdo -contestó Milty-. Esta altura es un tributo a la forma de vivir norteamericana. Toda mi vida he defendido nuestra forma de vivir.
-Eso difícilmente contesta la pregunta --dijo un corresponsal de la CBS.
-Les voy a contestar -les aseguró Milty-. Nunca he sido otra cosa que claro y directo en cuanto a mis planes. He sometido este problema a un plantel de cuarenta y dos médicos. Todos ellos están conformes en que doblarse, acurrucarse y arrastrarse ocasionalmente sólo puede ser beneficioso para la salud humana. De acuerdo con eso, toda una serie de músculos, antes postergados, entran en juego, y de ese modo mis esfuerzos coinciden con el plan del presidente para la salud física. En cuanto a la defensa de la democracia en una escala internacional, nada desarrolla mejor a un hombre para combates en la selva que la actividad producida por la vida en un departamento cuyo techo está sólo a metro y medio. Tengo aquí una manifestación del secretario de Defensa -de la cual hay coplas mimeográficas disponibles-, que en parte dice: "Las preocupaciones constantes por el bienestar de este país, que predominan en el pensamiento de Milton Boil merecen atención y recomendación especiales". También tengo aquí. declaraciones de los generales Bosch y Kopulant, expertos uno y otro...
-Señor Boil -le interrumpieron-, ¿está usted procurando decirnos que estos techos bajos constituyen una característica positiva y progresista de la construcción de departamentos?
-Por supuesto. Además, un departamento no es un sitio en el que se vive verticalmente. Hemos realizado una encuesta acerca de los hábitos de más de diez mil personas que habitan en departamentos y el resultado demuestra que el 92,8 % de sus horas pasadas en el departamento transcurren mientras están sentados. reclinados o acostados. Con los jóvenes recién casados el porcentaje es un poquito mayor...
De este modo se defendió Milty Boil, un hombre que estaba solo en su lucha contra las fuerzas de la reacción y siempre contempló el beneficio gigantesco producido por un edificio de departamentos de un metro y medio de altura. Pero un día después, en su acostumbrada reunión de directorio, Milton descubrió que hasta los mismos que compartían las ganancias tenían sus dudas.
-No dará resultado.
-Milty, no se puede aceptar esa idea. Tengo entendido que Washington piensa tomar cartas en este asunto.
-¿Has oído ya lo que a este respecto dice Pravda? Aquí tengo la traducción: "El paso final en la decadencia de los Estados Unidos". Bueno, esto obliga a pensar.
-Yo no digo que no sea una medida inteligente, Milty. Simplemente pregunto: ¿Dará resultado? ¿Es posible que sea práctico? Life no es Pravda, pero escucha este editorial: "¿Ha errado por fin Milty? Nosotros no estamos del lado de quienes lo consideran un loco o un enemigo público. Reconocemos que el máximo constructor de la moderna América del Norte no toma sus decisiones a la ligera. Pero si Milton Boil no está loco, tampoco nosotros los norteamericanos tenemos noventa centímetros de alto. Si..."
-¡No, no! -exclamó Milty, reaccionando finalmente en su puesto de la cabecera de la mesa-. Basta con eso de momento.
Lee nuevamente la última frase.
-¿Qué última frase?
-Tú lo sabes, eso sobre los noventa centímetros de estatura.
-¿Quieres decir esto?: "Pero si Milton Boil no está loco, tampoco nosotros los norteamericanos tenemos noventa centímetros de estatura...
-¡Justo! ¡Tienes razón! Ahí está.
-¿Está qué? -preguntó uno de los directores más antiguos, menos capaz a causa de su edad de seguir la pirotecnia del pensamiento de Milty.
-Todo. Toda la respuesta. La clave de todo -y todos comenzaron a contagiarse de la emoción de Milty.
-¿Qué clave, Milty? No seas tan condenadamente misterioso.
-Está bien. Pero decidme esto. ¿Cuál es el problema número uno de nuestro mundo actual?
-El comunismo -dijo ansiosamente una media docena de miembros del directorio.
-¡Un cuerno! El comunismo es una palabra. Los hemos derrotado en el espacio y los derrotaremos en todo lo demás aquí abajo. Nuestras casas y nuestros caminos son mejores y son mejores también nuestras fábricas.
-Las enfermedades -dijo alguno confiado en acertar.
-¿No has oído hablar de los antibióticos? No, las enfermedades, no.
-¿La guerra, Milty?
-¿Desde cuándo la guerra es un problema?
-¿ La inflación?
-Tú tan luego hablas de eso! tú que has hecho millones con la inflación. Vamos, vamos, usen el cerebro: hay un solo problema número uno en el mundo actual y si lo vencemos, nos vence, si lo destruimos, nos destruye... hasta ahora, hasta este preciso instante en que tu tío Milty Boil acaba de resolverlo y ya no nos vencerá ni nos destruirá.
Alargaron las manos esperanzados. Miraron a Milty con sensación de derrota, sabiendo cómo le gustaba a él ganar las discusiones.
-Milty, confíanos el secreto, dinos cuál es el curso de acción -imploró su primer vicepresidente.
-Está bien -dijo Milty Boíl inclinándose hacia delante.
El rostro se le había endurecido y su voz se volvió precisa y tajante. En este momento era todo cerebro, una iría y hermosa máquina calculadora de duro corazón. Todos conocían esa expresión de Milty; sabían que significaba victoria contra los inconvenientes, acción, acción y más acción. El. silencio en tomo de la mesa del directorio se convirtió en algo tangible.
-Muy bien. El problema número uno del. mundo es el exceso de población, es decir, la explosión demográfica. Después de esto, ¿dónde está nuestro mercado para cualquier mercadería? Ese mercado es la gente. ¿ Y cómo se aumenta el mercado? Teniendo más gente. Pero con más gente se produce la explosión demográfica. La humanidad está atrapada. Terminada. Liquidada. La Tierra muere de hambre.
-Tienes razón. Milty -murmuró el directorio.
-Pero hay una manera.
El directorio esperó.
Despacio, midiendo palabra por palabra. Milty dijo:
-Duplicar el tamaño de la Tierra. Esa es la solución. Con eso se resuelven los próximos cien años.
Los miembros del directorio se miraron, aliviados, sonrieron entre dientes y luego prorrumpieron en carcajadas. El único que no rió fue Milty. Su cara se mantuvo pétrea y fría como el hielo y los contempló sin complacencia alguna, esperando. Por fin advirtieron su expresión y desapareció la risa. Milty apuntó con un dedo índice a su segundo vicepresidente que estaba a cargo de las compras, y le preguntó monótonamente:
-¿Qué encuentran tan divertido?
-El chiste, Milty. reímos contigo.
-¿Por qué?
-Porque es un gusto, Milty, un don, por así decir. Tienes más sentido del humor que nadie en el mundo.
-Yo no creo que sea gracioso -dijo Milty.
-¿No? Sin embargo, es forzoso que estés bromeando. La Tierra es lo que es. Tiene cuarenta mil kilómetros de circunferencia. Lo saben los niños de cuarto grado.
-Y tú tienes un cerebro de cuarto grado.
-Milty, Milty -dijo el componente más. antiguo con tono paternal-. Milty, tienes un cerebro extraordinario, pero nadie puede hacer que la Tierra sea más grande.
-¿No?
-No, Milty. Me temo que no.
-Muy bien -dijo Milty, sin dejarse perturbar por el veterano del directorio y sonriendo levemente-. Nadie puede agrandar la Tierra. Pero dime una cosa: supongamos, únicamente a los fines de la discusión, que el promedio de los hombres midiese un metro y medio. Ahora bien, si adoptase la misma escala con relación a él mismo. todo se reduciría a la mitad. Cinco centímetros serían diez centímetros y un kilómetro se convertiría en dos kilómetros. Dicho con otras palabras. si el tamaño del hombre se reduce a la mitad, también se reducen todas sus medidas. Repentinamente el mundo deja de tener cuarenta mil kilómetros de circunferencia y empieza a tener ochenta mil. Hemos duplicado el tamaño de la Tierra.
-Milty, Milty -dijo el director veterano, siempre paternalmente-. Milty, tienes el cerebro como una trampa de acero. Pero todo lo que en realidad estás haciendo es sostener un argumento imposible detrás de otro. No hay manera de hacer que los hombres sean de noventa centímetros de alto.
-Y esto es tan imposible como hacer que la Tierra tenga cuarenta mil kilómetros de circunferencia.
-¿Quién ha dicho eso?
-Yo lo digo, Milty. Fui amigo de tu padre, que Dios lo tenga en su gloria, de modo que me asiste un derecho.
-Bueno -dijo Milty-. Tienes derecho. Pero ahora te callas –y a continuación, dirigiéndose a los demás del directorio, agregó:
-Yo aseguro que puedo producir hombres de noventa centímetros de estatura.
-¿De qué manera, Milty? -preguntó el miembro más joven de la junta. Éste coincidía en todo con Milty.
-¿Cómo? Ante todo yo pregunto esto: ¿Qué cuernos de importancia tiene la estatura? Alto, alto, alto... eso es lo único que se oye. ¿Por qué? ¿Era alto Adolf Hitler? ¿Era alto Napoleón? ¿Era alto Onassis? ¿Era alto Willie Schoemaker? ¿Y saben cuánto ganó en premios? Más de treinta millones de dólares sencillamente. Y si hablamos de arte, ¿fue alto Toulouse-Lautrec? ¿Saben qué estatura tenía Shakespeare? Un metro con sesenta centímetros. La estatura es para los jugadores de básquetball.
-Pero la gente, Milty, piensa en la estatura.
-Entonces modifícales la manera de pensar. Piensan en estatura porque por todas partes la propaganda dice que la altura es buena. Nosotros modificaremos eso. Les demostraremos que la gran altura sirve para los gaznápidos. Los hombres que hacen girar al mundo son bajos. Los hombres que prefieren las mujeres son bajos. Los hombres que se encaraman en las altas posiciones son bajos. Estamos eh un mundo de hombres bajos. Eso es lo que yo demostraré al mundo, que es un mundo de hombres pequeños y cuanto más pequeños, mejor.
-Pero Milty... -dijo pacientemente el miembro veterano del directorio-, supongamos que demuestres todo eso. Seguiremos sin conseguir que los hombres sean más pequeños.
-¿No? -dijo Milty sonriendo. Años después recordando aquella sonrisa, algunos de los miembros jóvenes del directorio hablaron de una cualidad que recordaba a "La Gioconda" pero esto fue retrospectivamente, después de que Milty se había ido a cobrar las recompensas que el otro mundo pueda conceder a genios como él. Por el momento, entonces estábamos en 1982, la sonrisa de Milty fue una sonrisa de quien está seguro de saber más que los otros.
-No... no, no podemos hacer que los hombres sean más bajos, pero ellos pueden conseguirlo, ¿no es así?
-¿De qué manera, Milty?
-Deseándolo. Los hombres han aumentado sus estaturas en más de un pie durante los últimos dos siglos. Supongamos que empiecen a disminuirla.
Un mes después, en la misma sala donde se reunía el directorio, frente a representantes de las doce mayores agencias de publicidad del mundo y las diecisiete más importantes firmas de relaciones públicas, Milton Boil situó su proyecto en su debido nivel.
-Henos aquí, señoras y señores -dijo-- para servir a la humanidad. En nombre del género humano, su finalidad y su supervivencia, reclamo la atención de esta asamblea. Nuestra meta, amigos míos, es duplicar el tamaño de la Tierra.
Luego, ante la admiración silenciosa (es decir, silenciosa hasta que terminó de hablar) de los allí reunidos, Milty expresó su plan; y cuando finalizó aquellos irreductibles y cínicos representantes del único negocio que hace girar la Tierra estallaron en aclamaciones y aplausos, Milty se levantó y recibió la demostración con la cabeza gacha, modestamente: no era egoísta, pero tampoco era de esos que esconden su emoción.
-Gracias -dijo serenamente-. Y ahora la tribuna queda disponible para ideas y preguntas.
No constituían ningún fangoso grupo de directores aquellos veintinueve representantes de la propaganda y las relaciones públicas. Sus cerebros eran tan duros y brillantes como el cuarzo. El primero en levantarse fue Jack Aberdeen, el asombro de la firma Carrol, Carrol, Carrol and Quince. Desde el instante mismo en que hizo chasquear sus dedos, Milty comprendió que su cerebro crujía y crepitaba.
-¡Ya lo tengo, señor Boil! Primera vuelta. Usted conoce la forma en que la compañía Kellogg impulsa la venta de sus copos de maíz como el alimento que hace crecer a los niños. Union MilIs es un cliente nuestro. Estoy vislumbrando un producto competidor, Tinies. Ya tengo el lema: "Pequeña y dura". Todas las compañías tendrán que seguir la nueva corriente. "¿Tienes miedo al estómago abultado? Tinies reducirá tus músculos convirtiéndolos en nudos de acero. Tinies nudos de acero, Pequeña y dura." Ya tengo hasta una tonada: "Pequeña y dura, pequeña y dura, ¿quién demonios precisa la estatura? Si sólo yo soy pequeña y dura". Por supuesto tenemos que encontrar algo como una antivitamina, pero también representamos a Laboratorios Asociados y conseguiré que ellos trabajen para lograrla.
Milty hubiera sido capaz de abrazar al chico, pero ya Steve Johnson, de Kelly, Cohen and Clark, estaba de pie y hablaba. Representaba a una de las principales aerolíneas del orbe.
-Milty -dijo-. ¿Podemos llamarte Milty?
-Llámame Milty, Steve. Por supuesto.
-Dos cosas. Milty, acabas de abrir las puertas al cambio más importante en la historia de las líneas aéreas. Número uno: Ya tengo la frase: "Pesa menos, paga menos". ¿Por qué no? El hombre pequeño pesa menos y paga menos. La pequeñez tiene premio.
Milty advirtió que Johnson no era más alto que él.
-Segundo: Los vuelos a la Luna y a Marte. Todas las líneas aéreas han estado hablando de la perspectiva de ofrecer estos vuelos a turistas. Pero el costo es aterrador. Nosotros lo convertimos en un don del cielo: "¿Quiere ver la Luna? Si es alto, no podrá. Pero sus hijos pueden. Manténgalos bajos. Deles de comer antivitaminas. Para que ellos disfruten de lo que usted nunca soñó disfrutar, un vuelo a la Luna o a Marte, entre en el mañana, dé un vistazo al futuro glorioso del hombre. Ningún turista que tenga más de un metro cincuenta puede viajar al espacio exterior". ¿Qué les parece esto? ¿Verdad que es hermoso?
Cathey Brodie, encargada de relaciones públicas en la compañía Jones y Keppleman, el fabricante más importante de drogas éticas del mundo, se puso en pie de un salto y exclamó:
-¡Píldoras pura ir a la Luna! ¡Cómo me entusiasma esa idea! Quiere decir que los chicos del laboratorio tendrán que empeñarse realmente en encontrar algo que regule la estatura, pero si han encontrado todo lo demás... ¿Por qué no? Píldoras para ir a la Luna.
-Píldoras para ir a la Luna -repitió Milty sonriendo.
Tab Henderson, que era gerente de promoción de más de ochocientos grandes hospitales y sanatorios, para no mencionar a tres de las más poderosas compañías de seguro, saltó inmediatamente a la brecha que Cathey Brodie había abierto.
-Podríamos sencillamente pasar por alto los enormes pequeños estimulantes de todo este proyecto espléndido. Me refiero a la salud. A la larga vida. A los años agregados. Tenemos gráficos estadísticos demostrativos de que a más de un metro con ochenta y siete centímetros las perspectivas de larga vida empiezan a disminuir. Miremos eso mismo en el otro sentido. Sea bajo y consérvese sano.
Hubo algunas caras agrias, las de unos cuantos qué todo lo estropean, pero la mayoría de las personas congregadas tiraron, como quien dice, sus sombreros al ruedo y se formularon proyectos rápida y densamente.
-Alto, obscuro y bello... Eso debe andar. Pequeño para ser alto. "Pequeño, obscuro y hermoso”
-Bello.
-Fíjense en el aspecto sensual. "El sexo es mejor con un hombre pequeño o una mujer pequeña".
-“Haga la prueba con ambos, decida por su cuenta”. Eso les da la sensación de cosas que. uno hace por sí mismo.
-¿Qué les parece esto? “Cierre el abismo de las generaciones!” Durante las últimas tres o cuatro generaciones los chicos han sido todos más altos que sus padres. Con razón los padres no pueden imponer la ley. Ahora nosotros invertimos las cosas, cada generación será más pequeña que la precedente. Restableceremos la autoridad de los padres. El hogar vuelve a ser el santuario que fue en épocas antiguas.
Una tras otra, aparecieron luminosas ideas, hasta que empezaron a brillar los comienzos de un nuevo programa mundial, allí, en la sala del directorio de Empresas Boil.
Roma no se construyó en un día, ni tampoco el estilo de la psicología mundial que redujo casi toda la raza humana a la mitad de su tamaño; pero ahí están los cimientos, y así Milton Boil se convirtió en Milton Boil el benefactor, que subscribió el esfuerzo inicial con una desinteresada entrega de veinte millones de dólares de su propio pecunio.
Durante el resto de su vida Milty tuvo una orientación, una razón y un sentido para el tremendo esfuerzo que produjo una de las grandes fortunas de nuestro tiempo. Los cínicos dicen que los primeros cinco años del programa crearon la condición por la que Milty Boil pudo empezar a construir sus gigantescas estructuras -cien pisos con cielos rasos a sólo un metro y veintiséis centímetros y medio de altura-, sin tropezar con ninguna oposición. Otros, los llamados reformadores, mantuvieron que era indigno para el hombre pasar su vida entera en un lugar en que jamás podría confiar en erguirse bien recto, pero Milty rebatió esa acusación con su fantástica Declaración de Propósitos, un documento que en la historia de los Estados Unidos ha ocupado su lugar junto a la Declaración de la Independencia y el Discurso de Gettysburg. Transcribo tan sólo el primer párrafo de la Declaración de Milty, pues estoy seguro de que la mayoría de mis lectores la conocen de memoria:
“La vida sin finalidad" escribió Milty (o algún desconocido escritor a sueldo que tomó su inspiración en la dinámica conducción de Milton Boil), no es ni vida ni muerte, sino tan sólo una existencia torpe y miserable, indigna del hombre. El hombre debe tener una meta, un propósito, un destino, una finalidad reluciente por la cual luchar. Vimos en la juventud desventurada de las décadas del sesenta y del setenta lo que significa carecer de propósito en la vida; pero jamás volverá el mundo a encontrarse en esa situación. La gente, la gente desvergonzada me ha acusado de construir con fines de lucro. Aseguran que reduzco al hombre con mis cielos rasos bajos, que lo despojo de su dignidad. Pero la verdad es lo contrario. Mediante mis casas espléndidas, el hombre ha hallado a la vez dignidad y propósito -el propósito de ser pequeño y de criar hijos pequeños, para que el mundo pueda aumentar de tamaño, y la dignidad de los hombres que siempre deben luchar contra su ambiente, que no pueden erguirse de pie en confort decadente, que deben luchar y crecer luchando-“.
En el año 2010, cuando Milty tenía setenta años de edad, realizó su último propósito. Mediante su influencia cada vez mayor, convenció al Concejo de la Ciudad de New York para que aprobase una ley que redujese a la mitad el Parque Central, concediendo el sector que está al norte de la calle 82 y al sur de la 98 a Milton Boil, para que con ello pudiese cumplir el sueño de toda su vida construyendo una casa de departamentos que tuviese doscientos pisos y cuyos cielos rasos estuviesen a sólo un metro cinco centímetros del piso. Más de cien personas murieron en los tumultos que siguieron a esta medida del Concejo de la ciudad, pero el progreso no se realiza jamás sin pagar un precio, y Milty se preocupo de que viudas e hijos de quienes perecieron no padeciesen hambre. Además garantizo espacio vital en su nuevo edificio a todos los que los alborotos dejaron huérfanos, cobrándoles tan sólo la mitad del alquiler que pagaban los inquilinos comunes.
Después de eso, sólo fanáticos y hippies podían negar que Milty fuese el propietario más bueno y gentil de toda la historia del latifundismo. En realidad, después de su muerte, el Papa instituyó procedimientos que darían por consecuencia el que Milty pasase a ser el santo patrono de todos los propietarios; pero esto todavía es cosa del futuro, y en el camino que conduce a su santidad se han sembrado muchas espinas, para no hacer mención de una cierta confusión acerca de la religión de Milty, es decir, suponiendo que profesase alguna religión.
Milty murió a los ochenta y siete años, y podemos sentirnos satisfechos de que haya vivido el tiempo necesario para ver que su sueño se convertía en realidad. Su ataúd fue transportado por ocho jóvenes, ninguno de los cuales medía más de un metro y treinta y dos centímetros de estatura, y el público que llenaba aquí y allá la capilla estaba formado por hombres y mujeres no mayores de un metro con veinte. Por supuesto, éstos constituían excepciones, y hasta medio siglo después no existió la primera generación de adultos que midiesen menos de noventa centímetros.
Pero no debemos dejar de destacar que cuando se leyó el testamento de Milty, se vio que sólo disponía de unos pocos miles de dólares y un puñado de cosas de las que él amó. Tal era el carácter de aquel hombre que ganó millones sólo para darlos. Naturalmente, no faltan quienes aseguran que desde que leyó un libro en los primeros años de su juventud titulado Cómo eludir el tribunal de testamenterías, Milty jamás dejó de tenerlo consigo, o sea, que no permitió que le faltase ese precioso volumen, y que finalmente llegó a retener de memoria todo su contenido y a poder citar capítulos y partes del libro a voluntad.
¿Pero dónde está el gran hombre que no haya sufrido los dardos de la envidia y el odio? La calumnia es la carga que los grandes deben sobrellevar. y Milton Boil la sobrelleva tan silenciosa y pacientemente como el que más.
Sobre la modesta lápida que imparte dignidad al lugar en que reposan sus restos. puede leerse un epitafio esculpido que él mismo escribió:

"Los encontré altos y los dejé bajos."
A lo cual nuestra generación, erguida y ufana bajo nuestros cielos rasos a noventa centímetros del suelo, puede únicamente agregar su agradecido amén.

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